Estudio Cristo 1950 Mixta sobre cartulina

Su Obra

Cuando se quiera establecer una evaluación de los artistas más decisivos para el desarrollo de las artes plásticas en Venezuela, el nombre de Francisco Narváez será uno de los primeros en destacarse. El aporte de este artista ha sido fundamental para el establecimiento de la escultura y la pintura en nuestro país, como disciplinas plásticas auténticamente comprendidas y proyectadas. Pero el maestro pionero y luchador que arrastró los momentos más difíciles y asumió la heroicidad de los comienzos, no se conformó con la figuración histórica y el prestigio ya bien cimentado.

Se mantuvo creador. Buena prueba de ello se tuvo cuando siendo sabio conocedor de la piedra y la madera buscó fluidez de las formas y una concepción íntima de sus obras que hicieron de cada una de sus esculturas una realidad con significado propio.

Durante muchos años sus investigaciones en diversas expresiones y tendencias le sirvieron para establecer firmes perspectivas para la escultura en Venezuela. En este sentido fue un creador pleno y seguro de espontánea expresividad. Se mantuvo libre para escoger la asociación de las formas o una figuración muy estilizada. Donde la soltura fue el rasgo primordial, junto con un predominio del valor autónomo de los volúmenes.

Figurativos y Criollismo

El criollismo es un movimiento que nació a finales del siglo XIX fuertemente influido por la relativamente reciente independencia de las naciones de América bajo el dominio español. Se caracterizó, como consecuencia, por obras épicas y fundacionales, de lucha contra los embates de la naturaleza o contra algún sistema jerárquico. Trataba de plasmar la realidad y establecer tesis sobre la sociedad.

En la obra de Francisco Narváez esta etapa se extiende desde su viaje a París en el año 1928 hasta los dos primeros años de la década de los 1950 y los temas tratados en ella se caracterizan por ser autóctonos. Rompe con los cánones académicos clásicos, logrando un estilo propio cuyos fundamentos son una constante a todo lo largo de su vida artística. Este estilo, le permite satisfacer su necesidad de exaltar la luz, el color y los movimientos propios del trópico, a través de la recreación de escenas típicas de Venezuela. Para Narváez, fue difícil adaptarse al color gris de la atmósfera parisina en sus años de estudio, entonces, toma elementos aprendidos en la Academia Julian (París); los transforma, y logra su propósito, recreando escenas y costumbres venezolanas, especialmente de su Margarita natal. Es común en su obra de estos años ver mujeres lavando, hombres jugando bolas criollas, vendedoras de pescado, etc.

A partir del año 1934 se inician planes arquitectónicos y urbanísticos con el fin de transformar a la ciudad de Caracas y por estos años le fueron encomendados importantes trabajos de intervención urbana.

Formas Nuevas

Alrededor del año 1953 la ambición plástica que había caracterizado a Narváez desde sus inicios se traduce en obras que intentan expresar únicamente la esencialidad de la forma humana a través de líneas propias de la escultura moderna. Paralelamente, en su pintura, sigue predominando el tema criollista tratado sintéticamente. En esta etapa se comienzan a apreciar formas onduladas en un juego de volúmenes capaces de lograr una diversidad y un movimiento mayores en la superficie.

Comienza a realizar pinturas con la técnica del estuco, pintando sobre superficies construidas con yeso, mecate y coleto, logrando relieves que le permitían darle tridimensionalidad a sus pinturas. Aquí se fusionan los temas vernáculos de la vida del campo y la costa venezolana con la explosión urbana de la ciudad de Caracas: destacan así las redes, barcos y paisajes marinos así como los cerros caraqueños llenos de ranchos.

Al final de esta época comienza a trabajar en sus esculturas ochavadas que precedieron a las formas abstractas de la etapa final de su obra, muy ligados a sus estucos y las figuras ejecutadas con formas geométricas pero en lugar de hacer uso de líneas curvas características de sus “Formas Nuevas” se apoya en la ejecución de trazos y ángulos rectos.

Volúmenes

Francisco Narváez llega a la abstracción en 1970, debido al convencimiento de que la talla, el material y la forma poseen una elocuencia propia. Este período puede ser considerado como el punto culminante de su obra, sobre todo porque conllevó un regreso a los orígenes de la escultura. Crea entonces piezas sin ninguna referencia a lo real, que estaban despojadas de lo accesorio, constructivas y geometrizadas, en las que la materia es presentada desnuda, en bloques superpuestos, y la forma es llevada a un grado extremo de simplificación.

Los últimos años de su carrera artística fueron marcados por dos aspectos interesantes. Las grandes masas de piedra porosa y las posibilidades de los múltiples realizados en bronce. Por el primer camino encontramos una fresca versatilidad para relacionar planos bruscamente cortados por la contextura de la misma piedra, como por la talla realizada por el artista. El juego de planos y de superficies y la dimensión total de la obra, adquieren así un interés especial: es un universo de radicales abismos y de apariencias discontinuas, que por los momentos sorprende y se carga de misterio.

La experiencia de las series en bronce deja una lección muy clara: el metal precisa, da mayor autonomía y definición a las esculturas de Narváez. ¿Qué sucedió cuando el artista combinó ambas experiencias? He aquí que sucede algo fascinante y lleno de posibilidades: es toda una nueva y vasta línea de búsquedas, donde consideramos que el artista tuvo sus mejores posibilidades. La piedra que antes absorbía el espacio por su excesiva porosidad y se podía llegar a convertir en masas sucesivas, donde el espacio se vaporizaba y las relaciones no resultaban del todo claras e imponentes, pasaron a ser una realidad tajante, ineludible. Eran esculturas.

Conservó la dinámica de las superficies lisas, ahora pulidas y reflejantes gracias al vaciado metálico, y las superficies cortadas a grandes trazos, rugosa y violenta, cargada de su propia consistencia. El equilibrio y el contrapunto de las formas y planos, de las superficies y de los espacios negativos, se convirtieron en un ejercicio más concentrado y efectivo. Narváez consiguió un nuevo y estupendo lenguaje.

Su legado

Con la obra de Narváez se inicia la renovación de la escultura venezolana en el siglo XX. Es el primer escultor del país que se desliga formalmente de los preceptos académicos, sin apartarse de la gran tradición escultórica, tanto en el uso de los materiales tradicionales como temáticamente, ya que es una constante en su obra hasta los últimos días de su carrera.

Narváez veía sus logros más importantes en la docencia, actividad que ejerció por décadas. Efectivamente su trabajo como profesor fue esencial para el desarrollo de toda una generación de artistas modernizantes de finales del siglo pasado. Pero la influencia de Francisco Narváez va más allá de su labor como profesor y académico, se extiende a diversos ámbitos del quehacer nacional. Quedan como testimonio de su entrega al arte nacional sus obras públicas, plazas y fuentes que además de adornar diferentes ciudades del país crean espacios de encuentro entre sus habitantes y siguen enseñándoles desde la leyenda de Las Toninas hasta la armonía que existe entre los volúmenes y los espacios.